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El primer día de la libertad

Fecha: 

31/12/2011

Fuente: 

Granma Internacional

Autor: 

Es de noche en Santiago de Cuba. No cabe ni un alma más en el parque Céspedes y sus alrededores. Por primera vez, en mucho tiempo, se respira un aire diferente en la indómita ciudad. No más el ulular de sirenas presagiando la voluntad del crimen, no más madres enlutadas en procesión por las calles, no más la furia de los esbirros contra la juventud.

Es la misma ciudad donde cinco años, cinco meses y cinco días antes había comenzado la gesta por la libertad y la justicia con el asalto al cuartel Guillermón Moncada. La primera en conocer el alegato La Historia me absolverá. La que se levantó el 30 de noviembre de 1956 con la intención de que desembarcaran sin tropiezos los expedicionarios del yate Granma. La de Frank País empinándose desde la muerte.

Poco después de las 11:00 p.m. del jueves primero de enero, desde el balcón del Ayuntamiento se divisa una figura que irradia energía y determinación, pese a que durante las últimas jornadas ha permanecido en vela, tomándole el pulso a los acontecimientos y adoptando puntuales y urgentes decisiones encaminadas a asegurar el triunfo.

Es Fidel Castro Ruz, el principal gestor de la hazaña del Moncada, el héroe de la Sierra Maestra. Ya no se dirán más sus apellidos en el trato de los cubanos hacia él. Es Fidel y la invocación de su nombre basta para seguir sus pasos y saberlo Comandante en Jefe, hermano, padre, guía irreductible, vertical, entrañable.

Pocas horas antes, el pueblo santiaguero había sido convocado por la radio. La voz se multiplicó de casa en casa, de boca en boca, por todos los ámbitos de la urbe oriental.

La maniobra urdida de conjunto por la cúpula militar batistiana y las autoridades norteamericanas para impedir el triunfo de las fuerzas revolucionarias quedó frustrada por la estrategia del líder rebelde y el enorme respaldo popular a la Revolución.

Desde Washington, el 31 de diciembre de 1958, en el mismo momento en que se desmoronaba la tiranía, el Departamento de Estado y la Agencia Central de Inteligencia calificaban al Movimiento 26 de Julio como una organización "carente de responsabilidad y de habilidad necesarias para gobernar a Cuba".

Los norteamericanos contaban con el contubernio del general Eulogio Cantillo, quien el 28 de diciembre sostuvo una entrevista con Fidel en un antiguo ingenio azucarero de Palma Soriano, donde ante el Jefe del Ejército Rebelde se comprometió a no dejar que el dictador Fulgencio Batista escapase, a no planear una asonada castrense que tratara de impedir el evidente triunfo de la insurrección popular; y a no apelar a la mediación de la Embajada de Estados Unidos.

El militar traicionó su palabra. Se prestó a los manejos de una sucesión espuria, acompañó al tirano hasta el avión en que se marchó de la Isla y se puso de acuerdo con los norteamericanos para tratar de impedir la victoria.

Al enterarse de la fuga del sátrapa, Fidel actuó con firmeza. Un testigo excepcional de aquel acontecimiento, Luis Buch, plasmó sus vivencias en el libro Gobierno Revolucionario: primeros pasos:

Estaba en Radio Rebelde. Desde allí se había lanzado ciertas consignas dirigidas a los trabajadores y al pueblo en general; que tuvieran calma, que no destruyeran nada que pudiera afectar los bienes del pueblo. Se dijo que pronto hablaría Fidel. En esa oportunidad estaban llamando desde La Habana. Era el general Cantillo. Cuando Fidel llegó, le decimos: "Cantillo ha estado llamando insistentemente para entrevistarse contigo" (... ) Todos los allí presentes estábamos de acuerdo con que Fidel debía contestar, hablar con Cantillo, discutir la situación creada. Y Fidel nos mira y dice: "Yo no estoy loco, ustedes no se dan cuenta de que los locos son los únicos que hablan con cosas inexistentes, y como Cantillo no es el Jefe del Estado Mayor del Ejército, yo no voy a hablar con cosas inexistentes, porque no estoy loco. Todo el poder es para la Revolución". (... ) Recuerdo que Fidel traía una minuta en las manos y durante un rato dio zancadas por la habitación y, apoyándose en un mueble, revisó el escrito. (... ) En ese momento, al ver cómo Fidel conducía aquel instante histórico, es que yo me percato de que la Revolución ha triunfado.

Al conmemorar el aniversario 45 del Granma y de la creación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, Fidel rememoró:

El primero de enero, con su apoyo decisivo a la acción indetenible de las tropas rebeldes, fue aplastado el último intento de la oligarquía y el imperialismo para impedir el triunfo de la Revolución: el golpe de Estado en la capital. Instrucciones a las tropas revolucionarias de continuar su avance sin aceptar alto al fuego y el llamado a la Huelga General fue la respuesta inmediata. El país se paralizó de un extremo a otro. Las estaciones radiales se enlazaron con la radio rebelde transmitiendo las instrucciones del mando revolucionario. De ese modo pudo asestarse un contragolpe demoledor a la burda maniobra para escamotear el triunfo. A las 72 horas, todas las ciudades habían sido ocupadas, 100 000 armas, cifra también a precisar por los historiadores, y todos los equipos militares pesados de aire, mar y tierra estaban en poder del pueblo.

Fidel se alista el primer día del nuevo año para entrar a Santiago. Ha ordenado a las columnas al mando de Camilo Cienfuegos y Ernesto Che Guevara, victoriosos en el centro de la Isla, avanzar hacia La Habana y tomar posesión de la capital del país; Camilo de Columbia y el Che de La Cabaña. A los santiagueros les dice, a través de Radio rebelde y la cadena de emisoras que se suma a la transmisión:

Santiagueros: la guarnición de Santiago de Cuba está cercada por nuestras fuerzas. Si a las 6:00 de la tarde del día de hoy no han depuesto las armas, nuestras tropas avanzarán sobre la ciudad y tomarán por asalto las posiciones enemigas.

A partir de las 6:00 de la tarde de hoy queda prohibido todo tráfico aéreo o marítimo en la ciudad.

Santiago de Cuba: los esbirros que han asesinado a tantos hijos tuyos no escaparán como escaparon Batista y los grandes culpables, en combinación con los oficiales que dirigieron el golpe amañado de anoche.

Santiago de Cuba: Aún no eres libre. Ahí están todavía en las calles los que te han oprimido durante siete años, los asesinos de cientos de tus mejores hijos; la guerra no ha terminado porque aún están armados los asesinos.

Los militares golpistas pretenden que los rebeldes no puedan entrar en Santiago de Cuba. Se prohíbe nuestra entrada en una ciudad que podemos tomar con el valor y el coraje de nuestros combatientes como hemos tomado otras muchas ciudades. Se quiere prohibir la entrada en Santiago de Cuba a los que han liberado a la Patria: la historia del 95 no se repetirá, esta vez los mambises entrarán hoy a Santiago de Cuba.

En efecto, al término de la contienda emancipadora organizada por José Martí a finales del siglo XIX, la intervención del naciente imperialismo norteamericano impidió completar la independencia. Justamente en los alrededores de Santiago de Cuba se habían librado en 1898 las últimas batallas de las huestes mambisas y los efectivos norteamericanos contra las derrotadas tropas coloniales españolas. Sin embargo, a la hora de entrar a la ciudad, solo lo hicieron los ocupantes norteamericanos. El alto mando de las tropas interventoras consideró que los mambises podían cometer excesos contra los españoles y, por tanto, no eran de fiar. Aquella humillación fue enérgicamente respondida por el mayor general Calixto García.

Con Fidel al frente, los mambises del siglo XX sí entraban el primero de enero de 1959 a Santiago de Cuba y se disponían a fundar sobre nuevas bases una República libre y soberana.

Sin necesidad de acción bélica alguna, la plaza militar de la segunda ciudad de la Isla se rindió. Raúl Castro se dirigió al Moncada, donde el regimiento depuso sus armas.

Al parque Céspedes, bien avanzada la noche, llega Fidel. El Comandante de la Revolución Juan Almeida testimonió con elocuencia lo acontecido en el corazón de Santiago durante la primera noche del nuevo año:

Estamos en el Ayuntamiento, frente al parque Céspedes. Antes estuvimos en la emisora de radio, la CMKC. En el local, surge un rumor entre la gente. Cuando preguntan qué sucede, contestan que han visto al jefe de la Policía, al representante del régimen y del crimen, ese asesino, con un brazalete rojo y negro, del 26 de Julio, en uno de sus brazos. Todo transcurre tan extraño en estos primeros momentos de júbilo... Desde uno de los balcones vemos izar la bandera cubana a los acordes del Himno Nacional, como era habitual en el acto patriótico tradicional que, desde luego, había sido suspendido...

Varios oradores ocuparon la tribuna improvisada en el balcón del Ayuntamiento. Representantes de diversos sectores expresaron el júbilo popular por el triunfo. El Gobierno Revolucionario, cuyo primer gabinete se había constituido días antes en pleno teatro de operaciones, era dado a conocer. Pero todos querían escuchar a Fidel en persona, de viva voz.

"¡Al fin hemos llegado a Santiago! ¡Duro y largo ha sido el camino pero hemos llegado!", fueron sus primeras palabras.

Una y otra vez vítores y ovaciones matizaron la medular intervención del Comandante en Jefe. Más que discurso, aquel fue un diálogo franco y transparente con la población santiaguera. Atrás quedaban los tiempos de los politiqueros y se inauguraban los tiempos del verbo directo, de los argumentos, de la verdad.

(Fragmentos del libro de crónicas Caravana de la Libertad, 2009).