Artículos

Semilla de una proeza

Fecha: 

17/10/2012

Fuente: 

Periódico Granma
Transcurrían los últimos meses de 1962 y Cuba estaba inmersa en un convulso panorama, marcado por los efectos del recién instaurado bloqueo económico, comercial y financiero, los actos terroristas de la contrarrevolución interna, y el peligro cada vez más cercano de una agresión militar directa del gobierno de Estados Unidos.

Una vista panorámica del Instituto en los primeros años de fundado.En medio de tan difíciles circunstancias y alentado desde la nación norteña, tenía lugar el éxodo de profesionales de diversas ramas, en particular de médicos. Ya por ese tiempo, más de tres mil galenos habían abandonado el país, la mitad de los que tenía en 1959.

La respuesta de la Revolución fue aceptar tan difícil reto y poner en marcha un audaz programa para la formación masiva de médicos, cuyo anuncio tuvo lugar en el acto de apertura del Instituto de Ciencias Básicas y Preclínicas (ICBP) Victoria de Girón, inaugurado el 17 de octubre de 1962.

Aquella histórica ceremonia fue más allá de la simple formalidad del inicio de un curso o de la puesta en marcha de un nuevo centro docente. Fue la ocasión en que por primera vez de manera pública Fidel esbozó lo que serían las líneas fundamentales de la salud pública cubana para los años futuros, incluida la concepción del nuevo profesional de la medicina que necesitaba la patria.

Dijo entonces el Comandante en Jefe: "¿Con qué se puede contar, ya, desde ahora? Con varios cientos de magníficos compañeros que se irán graduando todos los años y que irán reforzando el contingente de médicos revolucionarios, y que irán dándole al país el aporte de una mentalidad nueva, de una concepción nueva de la función del médico; que al igual que la del maestro, el pueblo debe tener en la más alta estima... y esa masa ya significará un aporte por año y una conciencia firme, limpia, de médicos despojados de todo sentido egoísta y mercantil".

Fidel se dirige a los estudiantes durante el acto inaugural del centro.Y añadía : "¿Dónde está la verdadera y definitiva solución del problema, dónde? Con vistas al futuro, la única, la verdadera, la definitiva solución es la formación masiva de médicos. Y la Revolución tiene fuerzas y tiene recursos y tiene organización y tiene hombres ¡hombres! que es lo más importante, para comenzar un plan de formación de médicos en las cantidades que sean necesarias. Y no solo buenos como médicos sino buenos como hombres y mujeres, como patriotas y revolucionarios".

Fue también en el memorable acto, cuando Fidel delineó la gran aspiración de ir pasando de la medicina terapéutica a la preventiva, a través de las vacunaciones masivas contra enfermedades como el tétanos, la difteria y la tos ferina, y planteó la necesidad de enviar 50 médicos voluntarios para ayudar al pueblo argelino recién librado del colonialismo español.

Con una matrícula cercana a los dos mil alumnos, comenzó ese primer curso devenido en el embrión de la colosal obra que convirtió a la salud en una de las más preciadas conquistas del proyecto socialista, al garantizarle el pleno acceso a sus servicios gratuitos a cada cubano.

Pero apenas comenzadas las clases, ocurrió la Crisis de Octubre, y los jardines y áreas exteriores de la Escuela de Medicina, se convirtieron en sólidos emplazamientos artilleros, prestos a defender la soberanía de la nación ante la inminente invasión norteamericana.

Ante la amenaza de exterminio que se cernía sobre el país, la casi totalidad de los alumnos ocuparon sin vacilar sus puestos de combate, y permanecieron movilizados hasta desaparecer el peligro inmediato de agresión.

Dentro del primer grupo de estudiantes del ICBP Victoria de Girón figuraron los jóvenes bolivianos Mario Gutiérrez Ardaya y Freddy Maimura, que estando en el tercer año de la carrera abandonaron sus estudios para integrar la guerrilla del Che en Bolivia, donde murieron combatiendo por la libertad del hermano país latinoamericano.

En el transcurso de estos cincuenta años, la institución multiplicó con creces sus propósitos fundacionales al egresar decenas de miles de jóvenes cubanos y de otros noventa países en Medicina, Estomatología, Licenciatura en Enfermería y Tecnologías de la Salud.

Hoy constituye una de las doce Facultades de Medicina de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, en ella estudian jóvenes de unas cuarenta nacionalidades, y desarrolla importantes acciones de superación y capacitación de posgrado, promueve la investigación científica, y funge como centro rector para el área de la Biomedicina y la creación del modelo de policlínico universitario.

El surgimiento de Girón, como prefieren llamarla alumnos y profesores, fue la génesis de los sueños de la máxima dirección del país en el terreno de la salud, verdadero hito para la forja de profesionales del sector comprometidos con su pueblo.

Tuvo el mérito de convertir a los estudiantes en parte esencial de la obra de la Revolución, demostrando de manera fehaciente que sí era posible construir un sistema social con hombres y mujeres que practicaran la solidaridad e hicieran de la atención al paciente un sacerdocio.

La insigne escuela fue capaz de inculcarles la idea de que su deber era estar donde más los necesitaran, que el sufrimiento humano no podría tratarse cual simple mercancía, y que en cualquier lugar siempre debían resaltar por la modestia, la ética, el desinterés, la elevada preparación profesional y el buen trato, agotando todas las posibilidades para salvar una vida o evitar la aparición de enfermedades.

A la vista del medio siglo recorrido, sobran ejemplos para comprender la certeza de los planteamientos hechos por Fidel cuando fundó Girón. Baste señalar que solo en el pasado curso 2011-2012 de nuestras universidades egresaron unos once mil médicos, casi el doble de los que había al triunfo de la Revolución, mientras el número total de galenos graduados sobrepasan los cien mil desde 1959 a la fecha, de los cuales algo más de 73 mil ejercían su profesión a plenitud al cierre del primer trimestre del 2011.

Sirva también esta efeméride para honrar a los médicos que se quedaron junto al pueblo, y pusieron todo su talento y energía al servicio de formar a los nuevos profesionales de la salud, en medio de los más enconados esfuerzos del imperio por derrocar el joven poder revolucionario, verdadera proeza de la cual los cubanos sentimos sano orgullo.