Fidel
Soldado de las Ideas
García Gutiérrez, Ventura de Jesús
No hay poderío mayor que el de un pueblo unido y decidido a defender una causa justa.
Esa fue la lección más poderosa que dejó la victoria de Playa Girón y fue, a su vez, la motivación esencial de los combatientes cubanos en aquellos gloriosos días de abril de 1961.
La firmeza heroica del pueblo, decidido a resistir y vencer la agresión, fue elemento decisivo en la victoria en abril de 1961.
«Todo el mundo quería contribuir con la causa. La gente hizo cola para donar sangre, entregaba sábanas y ropa para los heridos, llenaba sacos con frutas y otros alimentos, hacía café en los portales», recordó hace ya algunos años, la jagüeyense Elsa Cabrera, brigadista sanitaria en la retaguardia, durante los sucesos.
Las fuerzas mercenarias, con el nombre de Brigada de Asalto 2506, se desmoronaron como un castillo de naipes en menos de 72 horas.
La celebrada fecha fue cierta para ellos por primera vez. Aquella noche empezaron a darse cuenta de algo que hasta entonces no habían conocido, y era que luego del 1ro. de enero de 1959 la vida para ellos, los carboneros, iba cambiando perceptiblemente.
No pocos debieron disimular el nerviosismo con expresiones y gestos infantiles antes de consumir el primer bocado. Su ocupación les había impedido festejar como Dios manda la fecha del 24 de diciembre, y mucho menos sentarse a la mesa cerca de alguien tan importante.
Cenagueros de la localidad de Soplillar y de otros asentamientos del extenso municipio recordaron de manera muy especial este 24 de diciembre al líder histórico de la Revolución Cubana.
Reinaldo Castro Yedra, primer Héroe Nacional del Trabajo en Cuba, vela con el mayor celo por todos aquellos recuerdos que lo vinculan a Fidel, a quien conoció personalmente el 27 de junio de 1963 al término de una zafra azucarera.
Verlo de cerca y conversar con él me causó una impresión inmensa, rememora el viejo machetero tras acentuar que a partir de entonces el líder de la Revolución lo inspiró en cada una de las acciones futuras.
A sus 92 años de edad, Anastasio Suárez Rodríguez es lo que se dice un anciano venerable y, por si fuera poco, mantiene vivo el deseo de seguir haciendo por la Revolución.
A pesar de su avanzada edad, confía en que el tiempo le alcance para empeñarse en otros proyectos. «Yo me digo: si Fidel nunca se detuvo, yo tampoco voy a parar», expresa para reiterar su decisión de continuar luchando en esta vida.
Todos los años por el mes de abril, las personas más longevas de este sureño territorio recuerdan los días duros de 1961, y la influencia determinante de su pueblo en la victoria de Girón.
Todos conservan una anécdota de aquella gesta en la que Jagüey Grande fue un punto de apoyo, un sostén.
Pareciera que Girón estaba escrito en el destino de la Patria como una señal de alerta permanente para quienes sueñan con apoderarse de Cuba.
A medida que el tiempo pasa es más evidente la clara lección que dejó la victoria conseguida en ese sureño territorio matancero de Ciénaga de Zapata, cuando el pueblo miliciano fue capaz de enfrentar y vencer a los invasores, a pesar del peso abrumador de sus armas y el apoyo imperialista.
Cuentan los historiadores que ese día, en la noche del 5 de noviembre de 1843, esclavos del ingenio Triunvirato tocaron los tambores con más «elocuencia» que nunca, para marcar el inicio de la rebeldía, y poner sobreaviso a las dotaciones cercanas, en un clamor muy propio e indescifrable para los amos.
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