La mercadotecnia puede convertir en caricatura el sueño de Fidel
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Tal vez Abel Prieto sea uno de los ministros más accesibles del Gobierno cubano. Aparece en cada resquicio del mundo cultural. Anda con la seguridad de quien domina su espacio. Una vez lo vi en Pogolotti, donde vivo, en un espectáculo humorístico con la comunidad.
En estos días de Feria se le puede hallar en La Cabaña. Recorre las calles empedradas con su impecable traje oscuro. Cruza de salón a salón, de evento a evento, con la fluidez de una buena prosa.
Abel Prieto no impone barreras. Cuando te le acercas, esboza una sonrisa y extiende la mano (delicadeza del político), y al hablar demuestra el pensamiento que habita en su cabeza (rasgo del intelectual). Al abordarlo pregunta tu nombre, y luego, cuando conversa, te llama por él (valioso recurso empático).
—Ministro, ¿qué le parece la Feria de este año?
—Lamentablemente no he podido recorrerla completa. No he pasado por todos los stands, pero sí he estado en diferentes presentaciones. Pienso que está siendo un éxito nuevamente. Según vi en los informes del Instituto Cubano del Libro, la gente está muy contenta con el rescate de la Librería Central, que le da la posibilidad al lector de ver las novedades en un mismo lugar.
—¿Percibe alguna diferencia respecto al año anterior?
—Noto un ambiente más cultural, de más integración de las artes. La Feria pasada tuvo los afiches esos de Messi, de los deportistas, de los animados. No eran las editoriales nuestras. Este año me parece que eso está sucediendo menos.
—Desde hace tiempo vemos abundancia de productos de mercadotecnia, de literatura chatarra, desechable. ¿Considera que la Feria del Libro se ha ido desplazando hacia lo comercial?
—Si es así, si esa distorsión ha venido ocurriendo, este año hubo un intento del Comité Organizador para rectificar. ¿Qué ha pasado con este tema? Me parece que el retroceso que ha habido en la lectura en el país, se combinó con cierto espíritu pragmático. Se crearon ofertas comerciales no asociadas a la lectura solamente, como la artesanía, los suvenires…
«Cuando se mira a lo largo de los años, cuando se compara con las Ferias originales, el fenómeno sí se nota más. Se hicieron concesiones a los expositores extranjeros, a los que traían a Walt Disney y la chatarra cultural. Esa distorsión existe y hay que pararla.
«La Feria es un espacio para los libros, para la lectura, para las artes. Es un hecho cultural. La mercadotecnia desmedida puede convertir en una caricatura aquel sueño fundacional de Fidel. No lo podemos permitir».
—A pesar de las acciones la lectura en el país no goza de igual salud que en otros tiempos… ¿Concuerda?
—Yo creo que sí ha habido retrocesos. Tenemos que preparar una estrategia para recuperar terreno. Estudiamos formas para inducir al joven hacia el libro. Creo que este año las versiones digitales han tenido un refuerzo. Estamos distribuyendo un terabyte de información con los discos duros extraíbles, de manera gratuita.
«Pero no todo son malas noticias. Fíjate en los diez libros más vendidos de 2016. Ninguna es una obra mediocre o superficial. Hay libros históricos, como Raúl Castro, un hombre en Revolución; pero también hay novelas de uno de los autores más importantes que tenemos en Cuba actualmente, Daniel Chavarría, con La piedra del rapé; y escritores extranjeros como George Orwell, con 1984; entre otros títulos notables».
—Aunque persisten las dificultades, la Feria sigue siendo un éxito de público. ¿Cómo usted se lo explica?
—Yo creo que Fidel, en primerísimo lugar, y toda la obra cultural y social de la Revolución, sembró algo en el pueblo cubano, dejó un sustrato que permanece y que hay que salvar. El hecho de que la familia cubana, por humilde que sea, tenga un espacio en casa para los libros, para una pequeña biblioteca, es algo único en el mundo; y eso pervive, porque el libro en Cuba tiene un gran peso.
«Es cierto que mucha gente ahora no lee, que prefieren los audiovisuales; que los niños eligen los videojuegos antes que emprender un desafío intelectual más serio… Sin embargo, hay una semilla que da frutos».
—¿Qué hace el Estado cubano para mantener esa semilla?
—En el mundo entero el libro se ha convertido en una mercancía. Lo tratan, lo evalúan y lo promueven como una mercancía. Nosotros no pensamos así. Seguimos subvencionando el libro en este país. Puede ser que los precios hayan subido en los últimos tiempos, pero ninguno cubre su costo de producción. Es subvencionado por una decisión del Gobierno Revolucionario, que considera que la lectura y el conocimiento son derechos.
«Esa obra hay que trabajarla intencionadamente para que no se pierda. Todavía está ahí, a pesar de las dificultades. Y tiene que ver con el trabajo de la familia, la escuela, las instituciones culturales de base, los bibliotecarios.
«Tenemos que trabajar para que no queden en el vacío, para que aquellas famosas palabras de Fidel, “no le decimos al pueblo cree, le decimos lee”; o aquella otras de Martí, “leer es crecer”, no se disuelvan y pierdan su sentido».