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Fidel no solo escribe

Como nos han enseñado Fidel y Raúl, en nuestra sociedad y en nuestro Partido debe imperar un principio: el ejemplo, que se traduce en mérito, capacidad, modestia. Foto: Alex Castro
Como nos han enseñado Fidel y Raúl, en nuestra sociedad y en nuestro Partido debe imperar un principio: el ejemplo, que se traduce en mérito, capacidad, modestia. Foto: Alex Castro

Fecha: 

25/11/2022

Fuente: 

Periódico Granma

Autor: 

No dejaremos pasar ninguna canallada por más que venga vestida de lisonja.
 
Hay una trampa perversa tendida por aquellos que pretenden reducir la obra intelectual de Fidel, a la concepción burguesa del «escritor» sinónimo de un creativo despegado de las luchas sociales.
 
Es una trampa de lebreles, especializados en el atentado, en pergeñar celadas para sublimar la tarea ensayística de Fidel Castro, y presentarla como un «solo escribir», como si escribir se tratase de un reducto para el ocio culto o una diletancia intelectual propia de un hombre «retirado», en franca jubilación de sus militancias, o de un anacoreta afamado que se complace con ver su nombre en publicaciones variopintas.
 
Indica malversación de hechos convertir lo que Fidel escribe en puro trabajo de «escritor» puro. Es grosería y agresión referirse a sus escritos, incluso entre halagos, como un divertimento para las horas de convalecencia.
 
Indica tender esa trampa ideológica que deforma el carácter de herramienta revolucionaria en los escritos de Fidel, y asimilándola a lo que se dedican ciertos «escritorsetes» parásitos enamorados de sí y de las «becas», esos que limosnean trascendencia a diestra y siniestra.
 
Las letras de Fidel son la praxis misma de una revolución en plena lucha, dedicada a discernir las ideas y la acción necesarias en estas horas.
 
Las letras de Fidel combaten en la lucha revolucionaria permanente para asegurar la dirigencia de la clase obrera y campesina, para el ascenso irrefrenable de la conciencia social.
 
Las letras de Fidel se inscriben en un escribir que cuenta con una tradición extraordinaria, en la que figuran las obras de Marx, de Engels, de Lenin, de Trotsky, de Gramsci... desde la práctica y hasta la teoría, con sus viceversas indisociables.
 
Uno puede tener debates con Fidel, apoyarlo críticamente, incluso disentir con algunos de sus puntos de vista, siempre de manera fraternal y amorosa, siempre con respeto
 
meticuloso por la Revolución del pueblo cubano; pero uno no puede guardar silencio, y con eso hacerse cómplice, si descubre formas de la canallada burguesa que se deslizan, aquí y allá, entre corrillos de toda especie. Comentarios socarrones de legos y de enterados que, entre risitas y expresiones engoladas, hacen sentir a sus «públicos» que Fidel «sentó cabeza», y por eso se volvió «escritor», «periodista» y «comentarista del mundo», pero desde su retiro.
 
Y eso no es más que otra forma del bloqueo, del saqueo, de la agresión y de la obscenidad burguesa contra Cuba, prohijada por sus lebreles en todos lados.
 
Y aunque uno sabe que a Fidel no le hacen falta abogacías espontáneas, uno tiene el deber de hacer respetar el trabajo de un revolucionario, se encuentre donde se encuentre.
 
En manos de la acción revolucionaria hacia el socialismo todo hacer cambia su sentido, nada es lo mismo.
 
En dinámica de la revolución, por ejemplo, cambia el sentido de la ciencia, de las artes, de la cultura y de la escritura misma. La producción de sentido tiene otro sentido: el sentido de la Revolución que, esta vez, da su sentido a la transformación radical del mundo.
 
Escribir en ese proceso no es un hecho decorativo, no es un desplante erudito para ganarse palmaditas del patrón, no es acrobacia mental, no es una lisonja almibarada.
 
Escribir, bajo el compromiso revolucionario y socialista, es un deber político, una intervención de análisis y programa para contribuir a darle fuerza a la organización de las fuerzas que derrotarán al capitalismo.
 
No se escribe para que quede bonito, se escribe lo necesario para contribuir a transformar al mundo.
 
Los textos de Fidel, que a estas horas dan vueltas al planeta, son la claridad misma en el pensar y el actuar de un revolucionario que, en cualquier circunstancia, esgrime sus armas contra la miseria y la barbarie.
 
Son una herencia moral para la moral revolucionaria que hace presente la inteligencia combativa de los revolucionarios que, además, escriben inspirados, por ejemplo, en la lección de Marx y Engels a la hora del rigor científico, inspirados en Lenin a la hora del debate urgente para la organización revolucionaria, inspirados en Trotsky a la hora de señalar desviaciones y peligros para la revolución permanente.
 
Los textos de Fidel son herramientas de lucha contra el capitalismo que quiere secuestrarnos el futuro con muerte, y sin que demos batalla; contra quienes quieren momificarnos entre hedores de camposanto neoliberal; contra quienes quieren tatuarnos en el cerebro, y con sangre nuestra, su reino criminal y sus instituciones de miseria. Son textos de combate y textos de construcción socialista.
 
Fidel no «escribe» por escribir,
 
Fidel produce textos para intervenir y comprometerse con una praxis revolucionaria que no termina en letras. Fidel no «escribe» solo por escribir o para ser un «literato» connotado, sus textos son aportes programáticos que agitan las banderas de un proceso revolucionario mundial que necesita librar –triunfante– la batalla de las ideas.
 
Su trabajo no es papel pintado para las bibliotecas escolásticas, no es palabrería de ocasión para el anecdotario diplomático, no es prestidigitación léxica para ensalivar reformismos o vanaglorias sectarias.
 
Su trabajo es el trabajo de un revolucionario que siente, a estas horas, la necesidad de la intervención, teórico-práctica, en las cabezas y en las movilizaciones; que siente la necesidad de transformar el mundo de las ideas para abrirle paso al imaginario
 
y la acción socialista, a punta de razonamiento organizativo nutrido con el método de Marx para cultivar la praxis de la revolución en plena lucha de clases.
 
Fidel escribe para proponer herramientas de combate socialista, y uno tiene el deber de leerlo, acompañarlo o discutirlo, siempre con el compromiso de avanzar juntos con la Revolución socialista.
 
Ese es el mejor y único homenaje que puede y debe hacerse al trabajo que ofrece, también por escrito, un revolucionario ejemplar que ofrenda su vida y su obra para hacer triunfar al socialismo científico en el pensamiento, la palabra y la acción.
 
Otra lectura es inútil.